El relato del mito de Narciso
lo escribió Ovidio en el año 43 a.C. en su libro Las Metamorfosis, fue
engendrado por la violencia del dios del río Cefiso quien tras raptar y violar a
la náyade Liriope, que alumbro a un joven de extraordinaria belleza, a quien
llamaron Narciso que provocaba grandes pasiones a hombres y mujeres, mortales y
dioses, a las cuales no responde por su incapacidad para amar y para reconocer
al otro.
Según el relato de Ovidio,
entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco que estaba condenada a
repetir las últimas palabras de todo cuanto se le dijera. Un día, Narciso se
apartó de sus compañeros en el bosque y gritó «¿Hay alguien aquí?», Eco contenta
respondió: «Aquí, aquí», él gritó: «¡Ven!». Después de responder: «Ven, ven»,
Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se
negó a aceptar su amor.
Narciso al contemplar su imagen
en la superficie del agua, sintió una fascinación por su propia imagen de la que
no pudo sustraerse. No podía tocar ni abrazar al ser que veía reflejado en el
agua, pero tampoco podía apartar su vista de él. Narciso, subyugado por la bella
imagen de sí mismo que le devolvía el río, se retrajo de toda posible relación
amorosa con otros seres, e incluso de atender sus propias necesidades básicas, y
su cuerpo se fue consumiendo para terminar convertido una flor tan hermosa como
maloliente: el narciso
El narcisismo puede
manifestarse en algunos trastornos de personalidad, en que el paciente
sobreestima sus habilidades y tiene una necesidad excesiva de admiración y
afirmación, que puede manifestarse en forma de egoísmo agudo y desconsideración
hacia los sentimientos ajenos, contiene vanidad, y baja autoestima.
Andrew P. Morrison, profesor de
la Facultad de Medicina de Harvard, defiende que una razonable cantidad de
narcisismo en adultos es sano y permite la percepción individual de las propias
necesidades en relación con los otros. Un narcisismo avanzado, es de
connotaciones negativas, caracteriza un rasgo de la personalidad, con baja
autoestima acompañada de una exagerada sobrevaloración de la importancia propia
y de un gran deseo de admiración por los demás.
El narcisista suele exhibir una
aparente autoestima formidable, y socialmente aparece como una persona muy
segura, sabedora de lo que quiere y completamente resuelta. En realidad con ello
el narcisista está camuflando su carencia real de autoestima. En la infancia
temprana de estos individuos se encuentra a menudo una actitud indiferente por
parte de sus progenitores, lo cual les deja una inseguridad que tratan de
compensar por medio de una autoevaluación exagerada, irreal e inflada.
La consecuencia es que los
narcisistas necesitan mirarse continuamente en el espejo de los demás para saber
quiénes son, y al descubrir una pésima imagen de ellos mismos se ven en la
necesidad de ocultarla y esconderla. Desarrollan entonces en compensación una
imagen artificialmente sobrevalorada hasta lo patológico.
Las personas inteligentes,
valiosas se convierten para el narcisista en una amenaza para la imagen
artificial con la que el narcisista sustenta su autoestima, por lo que su
comportamiento con ellos es manipular, y cuando la manipulación no surte efecto,
perseguidor.
Los sujetos narcisistas poseen
una autoestima muy vulnerable, siendo por esto muy sensibles a la crítica, por
su necesidad constante de admiración. En el ámbito social los narcisistas
necesitan a las personas como fuente de gratificación. Por ello suelen elegir
profesiones que les proporcionen notoriedad social, reconocimiento o incluso
fama.
Para los narcisistas el mundo
debe obedecer a sus propios puntos de vista, los cuales considera irrebatibles,
infalibles, auto-generados. Las cosas más obvias y corrientes, si se le ocurren
a él, deben ser vistas con admiración y se emborracha en la expresión de las
mismas. Tienen una inagotable sed de admiración y adulación. Vive más preocupado
por su actuación, en cuanto al efecto teatral y reconocimiento externo de sus
acciones, que en la eficacia real y utilidad de las mismas. En resumen, las
personas narcisistas, aún cuando pueden poseer una aguda inteligencia, esta se
halla obnubilada por esa visión grandiosa de sí mismas y por su hambre de
reconocimiento.
Cuando los narcisistas ejercen
posiciones de poder, se rodean de personas, que por su propia condición, son
inferiores a él o ella, y de otras, que le harán la corte solo en función de un
interés mezquino.
El narcisista es una persona
que puede ser muy exitosa, en cuanto al brillo externo se refiere. Él no se
plantea dudas en cuanto a la realidad de sus ideas, sean estas brillantes o no.
Aún las más insulsas ideas son expresadas con un espíritu mesiánico, se enamoran
de las ideas de otros y las hacen propias sin la más mínima consideración moral
ni ética.
Wyatt y Hare, establecen:
“Clínicamente hablando,
cualquier persona socialmente disfuncional que se siente autorizada a usar su
poder para controlar a otras personas por las que se siente amenazada, o que
vive una fantasía pretenciosa, en lugar de en la realidad, y que se ve a sí
misma consistentemente como superior a sus compañeros y anhela ser reconocido
como tal, reúne los requisitos del denominado trastorno narcisista de la
personalidad“
Erich Fromm, en “Anatomía de
la destructividad humana” dice:
“El narcisismo colectivo es
una de las fuentes más importantes de agresión humana y sin embargo, como todas
las demás formas de agresión defensiva, es reacción a un ataque contra intereses
vitales. Difiere de otras formas de agresión defensiva en que el narcisismo
intenso en sí es un fenómeno semipatológico. Considerando las causas y la
función de sangrientas y crueles matanzas en masa como las ocurridas entre
hindúes y musulmanes en el momento de la partición de la India o recientemente
entre los musulmanes bengalíes y sus gobernantes paquistaníes, vemos que el
narcisismo colectivo desempeña ciertamente un papel considerable, cosa nada
sorprendente si tomamos en cuenta que nos las habemos con las poblaciones
virtualmente más pobres y miserables del mundo entero.”